Mi madre dejó caer sus preguntas sobre mis movimientos con la sutileza de una serpiente mientras su escáner ocular hacía un barrido general. Aún no había soltado el bolso cuando le entraron unas ganas locas de beber agua helada del frigorífico. Tardó tres segundos en descubrir que la comida que había preparado para mí estaba sin tocar.
Extracto del relato “Mascarada”
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