Sin mediar palabra, Megan se separó y hurgó en un armario hasta encontrar lo que quería. Acompañada de un spray en la mano se montó sobre él, a caballo. Con un gesto normal que a Malcolm le pareció de lo más erótico, Meg se deshizo del tapón y comenzó a impregnar sus cuerpos. Él no se atrevió a preguntar qué pintaba un envase de espuma de afeitar en casa de una mujer que vivía sola y, a decir verdad, le importaba bastante poco.
Sus vientres resbalaban y ellos gozaban. Las blancas tetas de ella se escurrían entre sus dedos haciéndolas más atractivas aunque poco agradables para lamer. Ella se concentró en sus labios, carnosos como pocos... parecía que la podían comer toda. Sus lenguas se conocieron con estrechez sin que ello impidiera que Malcolm consiguiera penetrar en Megan con sumo placer. La lubricación extra escocía sus zonas sensibles pero lejos de disgustarles, les entusiasmaron esas gotas de dolor. Megan sintió que él ya estaba dentro y comenzó una frenética sucesión de botes y gemidos que le hizo disfrutar el momento con fruición.
Extracto del relato “Sin título”
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