sábado, marzo 25, 2006

Diarrea

Dos días después, inesperadamente, el abad tuvo que trasladar su despacho al excusado, al menos de forma provisional, en tanto en cuanto no podía alejarse más de diez minutos de la taza del wáter.

-No le debieron sentar bien los huevos con chorizo de anoche.- Comentaban los hermanos al pasar por delante del baño... y Agustín asentía.

En ningún momento fue cuestión de venganza. Esa clase de sentimientos no entraban en la mochila de un cura. Más bien fue la única manera que se le ocurrió de asegurarse de tener libre acceso al despacho de Don Ignacio. Bueno... a decir verdad otras alternativas pasaron por su cabeza, pero no eran tan completas como la que había elegido.
Extracto del relato “El convento de San Bernardo”

No hay comentarios:

Autoengaño

También el círculo creyó encajar en el cuadrado de su diámetro.