viernes, abril 28, 2006

Corporalidad postal

Cerró la puerta de un golpe, como si el infierno estuviera al otro lado y vio algo en el suelo de la entrada. Una carta. Maldijo al cartero en todos los idiomas que sabía, que eran muchos, de hecho había idiomas de los que sólo conocía maldiciones y juramentos... y la cogió con rabia. Una simple carta. Le echó un rápido vistazo y comprobó que no traía nada escrito en el sobre, tampoco llevaba sello, claro está... Imaginó al tacaño que había querido ahorrarse unos céntimos trabajando a espaldas de esa honorable entidad llamada Correos, grandes profesionales que utilizan los buzones. Y se indignó un poco más si ello era posible. Estaba seguro de que sería de alguien que se estaba adelantando a las próximas fechas Navideñas y no tenía nada mejor que hacer que un reparto personalizado. Cuánta gente aburrida había en el mundo. Les tenía que prestar a sus hijos un fin de semana...
Extracto del relato “Carta descartada”

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Autoengaño

También el círculo creyó encajar en el cuadrado de su diámetro.