Un perro y un conejo eran inseparables jugando a la pelota. Un pato se les acercó.
- ¿Me dejáis jugar con vosotros?
- No te necesitamos, dijeron al unísono.
Un día la pelota cayó al agua. El perro y el conejo se enfadaron porque ninguno podía cogerla. Culpaban al otro de no poder recuperarla. El pato los vio y se la devolvió.
Moraleja: Nadie puede dártelo todo.
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