jueves, diciembre 21, 2017

Democracia de followers

- Ama, ¿los políticos pueden votarse a sí mismos? 
- Claro... votan a quien consideran mejor. 
- ¿Y todos se creen mejor que los demás? 
- ¡Qué cosas dices! Luego nosotros elegimos. 
- Ya... entonces no gana el mejor sino el que tiene más seguidores. 
- ¿Nocilla?

jueves, diciembre 07, 2017

Escisión (Luis Vil) Película completa online

Director: Luis Vil

Intérpretes: Gaizka Ugarte, Juncal Altzugarai, Ignacio Altzugarai, Zuriñe Fernández, Marcos Alonso y Alfredo Remírez.

Sinopsis: Cuando hay una parte de ti que no conoces, vives en permanente escisión. Después de casi diez años juntos, la relación de Laura y Dani está pasando por un mal momento. Las continuas pesadillas nocturnas están afectando seriamente al carácter de Dani. Sus habituales manías se han agravado y cada vez le cuesta más concentrarse en algo que no sea dejar de soñar, dejar de escuchar los gritos de niños que resuenan en su mente cada vez que cierra los ojos. En su huída hacia el olvido, Dani se encierra en su mundo ajeno a las consecuencias. Un camino hacia el abismo en el que las personas que más le quieren pueden terminar siendo sus verdugos.

viernes, noviembre 17, 2017

Papá, si Cataluña se independiza ¿tardaremos más en llegar a Barcelona?



- Papá, si Cataluña se independiza ¿tardaremos más en llegar en autobús a Barcelona?

- No, hombre… seguirá en el mismo sitio.

- Entonces… ¿por qué quieren independizarse? ¿Ya no les gustamos?

- A ver, cariño… piensa en tu hermana mayor. Dormía contigo cuando erais muy pequeños pero ahora tiene su propia habitación. Eso no significa que ya no te quiera.

- Ya, pero hubiera preferido que durmiéramos juntos y poder hablar después de apagar la luz. Nadie me preguntó.

- Ella quería. Verás cómo pronto te alegras de tener tu propio espacio.

- Por lo menos puedo seguir entrando en la habitación de Eli si quiero…

- Pidiéndole permiso, ya lo sabes.

- No sé… Nosotros tenemos habitaciones separadas pero nos vemos en la cocina ¿Los catalanes van a querer seguir viendo la tele con nosotros?

 - Seguro que sí. Veremos lo que nos gusta a todos, pero a veces también tú te vas a jugar con la consola y nos dejas solos…

- Me aburren las noticias… solo sale gente enfadada.

- Ves, tú decides lo que quieres hacer.

- ¿Y no les basta a los catalanes con una puerta? Le ponemos un timbre y llamamos antes de entrar, pero les podremos seguir viendo en las comidas.

- Bueno, a veces es más complicado… quieres tener tu propia casa. ¿Te gustaría vivir con tus primos? Con Javi, Nacho, los gemelos, la princesita de tu tía Elena…

- ¡Ni de coña! Siempre hay que jugar a lo que quieren los gemelos porque son mayores.

- ¿Ves? Por eso no vivimos con ellos. Y cuando te independizas no tienes tanto tiempo para estar con tu familia. Cuando Eli se vaya a la universidad también dejará de vivir con nosotros.

- Ya no le importaremos. Conocerá a otra gente que le gustará más.

-  Conocerá a otros pero siempre nos querrá.

- La culpa es vuestra, sois muy aburridos y por eso se va a marchar. La controláis demasiado.

- Tú también te irás y formarás tu propia familia… pero esta será siempre vuestra casa.

- ¿Y ya no le importaremos a Eli? ¿Será como las tías del pueblo que solo vienen un día de visita con rosquillas y se marchan? ¿No nos ayudará si tenemos un problema?

- Depende, cariño… Si hace falta bajar la basura te tocará a ti ¿no querrás que venga ella desde su casa?

- Bueno… ¿Y si te tienen que operar? Si necesitas un riñón ¿ella te lo dará?

- ¡Pero qué cosas dices! No voy a necesitar ningún trasplante.

- Siempre hay alguien que termina en el hospital… como el abuelo ¿Solo iré yo a mirar si el suero se está acabando por la noche?

- Quién sabe… igual Eli se echa un marido médico y es quien nos salva la vida.

- ¿Y seremos amigos de un médico que no conocemos de nada?

- Al principio no conoces a nadie… hasta que los conoces, como las amigas de zumba de mamá.

- ¿Y cómo haremos para que Eli no se olvide de nosotros?

- ¿Sabes cuál es la mejor manera de que alguien quiera estar contigo?

- Tener chocolate… o bombones de los que vienen en cajas caras.

- Exacto… si das lo mejor que tienes la gente se da cuenta.

- Pues vosotros siempre sacáis las pastas de anís que nadie quiere cuando vienen las tías del pueblo.

- No es verdad…

- Sí lo es… a mí tampoco me gustan. Yo me porto bien ¿verdad?

- A ratos…

- ¿Os vais a independizar de mí?

- Solo si no te callas

martes, noviembre 14, 2017

Efecto cuelgue

Compraste perchas para poder colgar más ropa que no cupiera en el armario y necesitar una casa más grande que no pudiéramos pagar. ¡Malditas perchas!

lunes, octubre 09, 2017

Biomecánica humana LXXVII

Cineguayón: Espectador que si se pierde una película de estreno prefiere no verla hasta que se convierta en clásico.

martes, octubre 03, 2017

Duelo

Nos miramos a los ojos con las armas cargadas. Solo un perdedor daría un paso atrás. Nos matamos con el orgullo intacto.

sábado, septiembre 16, 2017

viernes, agosto 18, 2017

Fuegos artificiales

No te esfuerces. Nada es especial cuando pierdes la capacidad de creértelo. Cancela la invasión alienígena.

jueves, agosto 17, 2017

La forma sobre el contenido

Tú me dabas información. Él me contaba historias. El cuentacuentos venció al periodista.

Fuimos cine y nos volvimos teatro

Nos iba de cine y empezaste a llegar tarde a la película. Te monté una escena y no volviste a perderte una función. Ahora hacemos teatro.

domingo, julio 30, 2017

Lo bueno si breve

Me hizo tanta ilusión verte después de tanto tiempo que no volveré a llamarte hasta poder sentir lo mismo de nuevo.

sábado, julio 22, 2017

Paranoica

Fui infiel, ludópata, anoréxico y sonámbulo. Querías ver donde no había y tus fantasías me hicieron más interesante.

viernes, julio 21, 2017

Legislación convivencial

La manía se hizo costumbre. La costumbre, norma. La norma, ley. El incumplimiento conllevó sanción. La sanción, miedo. ¡Dios! ¡Me he dejado la lucecita roja de la tele encendida!

miércoles, julio 19, 2017

Elefantes rosas

Si el universo y el hombre existen es porque Dios los ha creado. Una creación compleja no puede ser fruto de la casualidad, por tanto debe haber una entidad que ha tenido la intención y capacidad de construirla. 

Un café que se derrama sobre una alfombra dibujando un singular entramado es una bella casualidad creadora. Un óvulo y un espermatozoide concretos apareándose entre millones de combinaciones posibles para crear a Kate Moss o Picasso son increíbles casualidades creativas. Cuanto mayor sea el tiempo observado, mayor será el número de inauditas creaciones accidentales. Si la vida es la mayor de todas ellas... ¿Acaso disponer de todo el tiempo del mundo no provocará de manera inevitable todos los sucesos posibles? En el infinito la casualidad es algo normal. Los elefantes rosas ya han existido o existirán. 

La música de las piedras

Si Dios escucha plegarias en todos los idiomas entiende toda forma de comunicación. Cualquier transmisión de información es un mensaje si hay un receptor que lo entienda. Abejas geolocalizando flores con su baile están comunicándose. Células reaccionando químicamente a través de enzimas y hormonas están llamándose en una permanente petición de colaboración. Átomos atrayéndose electrónicamente lanzan mensajes inertes para provocar respuestas físicas. Ondas magnéticas y ondas sonoras. Unas salen de piedras y otras de gargantas. Todas igual de importantes o insignificantes en la trascendencia. ¿Y si Dios prefiere la música de las piedras?


martes, julio 18, 2017

Pensar

Banda sonora de una película particular. Sonido imposible de silenciar. Melodía difícil de tararear. Partitura sin terminar. Pensar.

sábado, julio 15, 2017

Descosido traumático

Asomaba entre dos pliegues. Pequeñito y ajado. Fuera de sitio. Inofensivo. Tiré con fuerza para arrancarlo y abrí un boquete que me desnudó.

Onmipresente

Por más iconos que inunden mi pantalla siempre serás mi fondo de escritorio.

Dieta por decreto

Empecé llevándote vino para cenar y terminé escondiendo bocadillos en el coche.

Imposible

Estabas sepultado bajo todas esas cosas que pensaba que no iban a pasar. Aún no entiendo cómo pudiste salir.

viernes, julio 14, 2017

Minutos de oro

Y un día dejamos de estar solos. Y sus siestas fueron nuestros paraísos. Y volvimos a encontrarnos.

domingo, julio 09, 2017

Hierro, madera y plastilina




“Si quieres estar bien, haz lo que te haga sentir bien.”

Una premisa tan sencilla como esta debería ser el único faro necesario para dirigir nuestra vida. Semejante obviedad no puede estar equivocada. Todos los libros de autoayuda que se han publicado desde que el hombre tradujo los sonidos a letras pueden arder en una pira. Polvo al polvo. La clave de la felicidad ha sido hallada.

Bien. ¿Y cómo descubro qué me hace sentir bien? Los psicólogos vuelven a oler la sangre y ponen en marcha las rotativas para orientarte en el camino del autodescubrimiento. Sólo hay un pequeño problema, nadie nos conoce mejor que nosotros mismos. No hay ventanas a nuestros cerebros para que grandes eruditos estudien nuestros circuitos, ni mapas cartografiados sobre los resortes que mueven nuestras emociones. Si quieres llegar a saber qué está pasando ahí arriba no te queda más remedio que ponerte un chaleco hortera con un montón de bolsillos y pantalones caqui para emprender la sucia aventura de descubrirte.

Abrir la puerta del desván es encontrarse un caos de recuerdos, emociones y datos. Un jaleo del que parece imposible sacar nada en limpio. Es el momento de abrir la petaca preñada con un licor fuerte, armarte con un machete y empezar a cortar por lo sano para encontrar un camino transitable. Y empiezas con una pregunta ¿Qué me gusta? Parece fácil, tiras de lo que sueles contestar en una primera cita… el cine, la literatura, salir con los amigos. ¿Es lo que me gusta o lo que me he acostumbrado a decir que me gusta? Venga, algo claro y sencillo, una de esas cosas que me hace sentir bien. Una cerveza. Una caña fresca nunca falla. Hay cosas puntuales que son un estímulo positivo infalible. Parece que vamos por el buen camino hasta que las cañas del pasado nos hablan. No todas fueron igual de buenas, unas más que otras. Hubo cervezas cuyo efecto duró horas y otras que no consiguieron levantar el ánimo más allá del instante en que corrían por la garganta. Debe haber algo más debajo.

 Es hora de encender la luz frontal del casco y penetrar en zonas insondables. En las causas que provocan que una cerveza no sepa siempre igual. Y es que no es lo mismo tomarla sentado en una terraza junto al mar en vacaciones, que en casa después de una dolorosa jornada laboral. Parece evidente que la situación coyuntural en la que el líquido ambarino nos refresca influye en sus efectos embriagadores. ¿Y una misma cerveza tomada junto a las mismas vistas marítimas en periodo estival es garantía de éxito? Sí, claro, cómo no vas a estar a gusto en vacaciones. ¿Estás siendo sincero o vuelves a repetir la cantinela previsible que lo explica todo? Piensa un poco. Y bueno, no queda más remedio que reconocer que ha habido cervezas que han sabido a gloria como remate de un estresante día de trabajo y otras insípidas cañas que te has bebido, porque tocaba, mientras mirabas aburrido las mismas olas del mar. Algo se cuece unos metros más abajo. Un sustrato inferior, una capa estructural que contamina las situaciones y los estímulos.

En la mochila llevas el martillo neumático. Ese capaz de destrozar un metro de hormigón y taladrar hasta el lugar donde nacen las canas. Que empiece la fiesta y que vibre hasta la primera neurona que grabó uno de nuestros recuerdos. Detrás de los trozos de cráneo y conexiones sinápticas licuadas debe estar la madre que gobierna todo, aquella que empapa todas las percepciones y emociones. Puede que sea eso que llaman personalidad o quizás la pieza forjada que se dibujó en los primeros infiernos que caldearon nuestra metálica mente.

Una cerveza nos hace sentir bien porque nos gusta su sabor durante los instantes que la saboreamos, porque la bebemos en una etapa positiva en la que somos capaces de valorarla y también gracias a que tenemos una actitud que nos permite disfrutar de lo que está sucediendo. Esta primera exploración parece revelar que cómo nos sentimos es la suma de la interacción de tres capas emocionales: una estructural, otra coyuntural y, una última, puntual. Hierro, madera y plastilina.

¿Qué es lo que habita en el fondo? Es un territorio basto, amplio y uniforme. Algo que parece ser siempre igual, elaborado con hierro y otros materiales de gran dureza casi imposibles de alterar. Es la capa estructural que nos define como personas. La llaman personalidad como si fuera un tatuaje inalterable, pero no es cierto. Puede verse afectada en el transcurso de una vida. En los primeros años aún no ha fraguado y es más moldeable. Los sucesos y acontecimientos forjarán esa actitud vital por la que todos creerán conocernos. Dirán que somos personas alegres o pesimistas haciéndose eco de esa actitud de fondo. Es capaz de extenderse sin cambios durante décadas e incluso no variar jamás, aún así hay sucesos decisivos que sí pueden alterarla. Situaciones que rompen la placa base y la mueven a una nueva situación. Pueden ser revelaciones íntimas como descubrir qué es amar, madurar o el sentido de trascendencia. También esos sucesos que marcan una vida, giros brutales de todo signo, desde ser víctima de una agresión a la maternidad, desde la pérdida de un ser querido al éxito profesional. Momentos cuyo impacto no se puede prever porque el material sobre el que chocan es siempre único, personal.

Cuando la capa estructural es positiva, la actitud vital es fuerte y soportará mejor los vaivenes de todas las capas superiores. La capacidad de recuperación y goce tendrá los parachoques de acero reforzado para afrontar los accidentes del camino. Habrá sufrimiento, pero será mejor gestionado. Habrá placer y se alcanzará con mayor facilidad. Muy diferente será el panorama cuando el estrato madre esté enfermo. Breve será la alegría de una buena noticia y complicado arrancar una sonrisa con una mueca burlona. Intentar estar bien será un trabajo del que estar siempre pendiente.

Ascendiendo hacia la superficie emocional está la capa coyuntural. Hecha de madera, aguanta inalterable durante semanas, meses, e incluso años. Sus límites vienen definidos por las etapas personales que vamos pasando. Son los periodos de bonanza, de meseta o de bajón. Etapas en las que se sufre en un desagradable trabajo, se disfruta de un enamoramiento o se clava en las carnes alguna crisis: hijos que se marchan, pérdida de amistades o un incómodo reflejo en el espejo. La potencia de sus depresiones y picos dependerá de la madre que la sustenta por debajo. Las etapas difíciles serán menos dolorosas con un buen fondo y las más benignas correrán el peligro de precipitarse al vacío si no hay una base sólida que las sustente.

Por encima de todo están los infinitos instantes que suceden cada día, esos picotazos de realidad que nos atacan a todas horas provocando un torbellino de emociones y reacciones que parecen responder al suceso del momento. Es la capa puntual que está elaborada de plastilina. Es brutalmente susceptible a todo tipo de sucesos, desde un gag en televisión a una persona fumando en la parada del autobús. Está compuesta de una sucesión de pequeños trozos emocionales que pueden tener una extensión de segundos, minutos u horas. Son la risa ante un chiste, la indignación por una crítica injusta o la angustia antes de ir al dentista.

Alguien con prisa sólo vería la alegría que produce una fiesta y el aburrimiento de la espera a un impuntual. Se le pasaría por alto que, ante una misma fiesta, el goce y su resaca emocional será mayor o menor en función de lo que esté sucediendo en los pisos de abajo. Tampoco sería consciente del injustificado cambio de humor que provoca una breve espera cuando se está pasando por una época difícil, y lo diferente que resulta cuando la mar de fondo está en calma.

Tres capas alineadas en sentido positivo es tocar el cielo con los dedos. A partir de ahí son infinitas las combinaciones que justifican cómo nos sentimos y por qué nos afectan de manera diferente los mismos sucesos. Cuanto más oscuras sean las capas inferiores, más necesarios serán los chutes de alegría puntuales para poder sentirse bien. Un fondo bien tallado aguanta mejor las embestidas y necesita menos purpurina en la superficie para poder brillar. No hay una única manera de estar bien, pero unas cuestan más que otras.

Nuestra capacidad de influencia sobre las propias emociones es más difícil cuanto más profundo queremos llegar. Quien tenga alma de espeleólogo estará más capacitado para fotografiar las cavernas, algunas oscuras y otras brillantes, que se esconden en nuestras profundidades.

Un trago de cerveza nunca falla. Sólo cambia la duración del “Ahhhhhh”.

Marcos Alonso
@maaldi73

viernes, julio 07, 2017

All night long

Sabías hacer del primer café de la mañana el último de la noche.

Umbral auditivo

Ni luces ni sonido. Estaba apagado. Un golpe accidental subió el volumen de sus acontecimientos. Vaya. Había vivido silenciado.

jueves, julio 06, 2017

Posesión maternal



La voz que escuchaba era la de su madre. Imposible. Había muerto hace años. Sus reproches y advertencias rebotaban en la pared. Eran inconfundibles. Sin embargo en esa habitación solo estaban su hijo y ella.

Parada

Esperando que algo pasará todo dejó de pasar.

lunes, julio 03, 2017

domingo, julio 02, 2017

Insonorizado

Cerré tantas puertas para no resfriarme que nadie me escuchó cuando caí.

Black is black

Los túneles son tramos de oscuridad topografiados.

Y la música se hizo



“No me puedo creer que no tuvieras ninguna vocación cuando eras joven”
(Incredulidad de una amiga que siempre quiso ser médico)

Quienes tuvieron la suerte de descubrir en sus primeros años el objetivo al que querían dedicar sus vidas consideran casi imposible que semejante enamoramiento por un destino especial no nazca de manera natural en el pecho de todo adolescente. El niño que fui no veía fuegos artificiales en profesión alguna de las que se presentaban ante sus ojos, menos aún en las que escuchaba que elegían quienes lo rodeaban. Aquello de que todo es posible resultaba difícil de creer si no te cruzabas en las calles de tu barrio con astronautas, estrellas del deporte y actrices hollywoodienses.

El sistema educativo nos obliga a tomar una decisión vital cuando nos acercamos a la mayoría de edad aunque no sepamos qué camino tomar. Deberían instalar un área de juegos en esa carretera para poner a prueba nuestros instintos y descubrir qué nos empuja a querer ir más allá, a avanzar al siguiente nivel donde los retos son más difíciles y satisfactorios. A falta de destino marcado en el navegador, caminamos empujados por el tráfico hacia la desviación que tiene mejor iluminación. No sabemos cuántos kilómetros durarán las brillantes farolas que nos han atraído pero al menos tenemos un argumento razonable para justificar nuestra elección. Quienes optan por la profesión de sus padres cuentan con la ventaja de poder echarles en cara su desgraciada vida si así termina siendo la silla en la que queman sus días.

Me animo a recordarme. A lanzarme a una piscina de crema antiarrugas para retroceder hasta la habitación que compartía con mis hermanos. Allí pasaba sus horas un chaval que solo sentía la obligación de sacar las mejores notas que podía. Esa era la misión marcada para su jornada laboral. Nadie le explicó que además debía descubrir qué le gustaba. Me reencuentro con él y me dan ganas de cambiarle de ropa, cortarle el pelo y advertirle que las gafas que está a punto de comprar son un horror. Me contengo. El objetivo de esta visita es otro y le obligo a responderme. ¿Qué te gusta?, ¿qué te mueve?, ¿qué te ilusiona? Temblando dentro del chándal titubea un no lo sé. Lo empujo contra el armario de tres cuerpos y le invito a replantearse la cuestión con mi brazo clavado en su pecho. Algo habrá que te llame la atención, le escupo. El pobre niño mira a su alrededor buscando una solución que lo libere del futuro pero solo encuentra sus cosas: las estanterías llenas de libros, los discos que ya no caben en el armario y la televisión encendida.

“Me gustaría formar parte de todo lo que me hace disfrutar”, reconoce finalmente y lo libero. Lástima no haberlo sometido a un tercer grado cuando el pasado era presente.

No había en aquel cuerpo sin terminar una idea clara sobre la profesión que deseaba hacer figurar en su carnet de identidad, solo la vaga sensación de que le gustaría haber contribuido a imprimir los billetes que le permitían salir de aquella habitación sin moverse. Quería ser una puerta de embarque hacia otras historias, otras emociones, otras fantasías imprescindibles para sobrellevar la realidad. Aún no lo sabía, pero estaba en lo cierto al intuir la importancia de sentir a través de lo que no te ocurre en primera persona.

Decían que se trataba de elegir un trabajo. De alcanzar algún tipo de éxito. Nadie dijo que el objetivo era mantener viva la curiosidad. Y allí estaba aunque la ignoraran.

Años 80. Clase obrera. La herramienta más sencilla para imaginar era un lápiz. O mejor, un bolígrafo de cuatro colores. Escribir parecía ser el único camino posible para el eco de un deseo inconsciente. Avanzando la película a toda velocidad hasta el presente son más las armas que pueden comprarse con licencia juvenil. El arsenal básico de cualquier habitación adolescente incluye cámaras de video, programas de diseño gráfico o editores de música al alcance de un clic. Ahora es posible ser youtuber, bloguero o rapero en ocho metros cuadrados si cuentas con una buena conexión a internet.

A lo largo de los años, aquel chaval indeciso embutido en táctel ha podido asomarse a las nuevas salidas que surgían a ambos lados de la carretera que tomó pagando con su juventud. Un puñado de colágeno fresco por ser protagonista de sus propias historias audiovisuales, una jugosa densidad capilar a cambio de dar voz a otros en televisión y unas dioptrías intercambiadas por la posibilidad de insuflar vida a personajes de ficción en crujiente papel. Sin embargo, le quedaba un trueque pendiente y temía lo que debería entregar a cambio. Sentía mucho apego por su dentadura. Quería formar parte de aquello que golpeaba sus emociones sin ser visto desde que tenía memoria. Una puerta que aún hoy parecía inalcanzable. Soñaba jugar al arte invisible. A la música.

Si mides poco más de un metro setenta no sueñas con ser jugador de baloncesto. Y si tu voz es capaz de desgarrar el cielo nocturno hasta desatar una tormenta de miradas suplicando tu silencio, asumes que nunca te pedirán subir al escenario de un karaoke. A partir de entonces admiras aún más a quienes consiguen sacar notas afinadas de sus gargantas sin esfuerzo aparente. Lisiado en la laringe, equipado para la audición. Así fue el reparto. Y así se aceptó. O eso parecía.

Los desvíos no siempre aparecen bien señalizados. Un bonito mirador puede encontrarse al final de una desalentadora carretera de tierra. Solo hace falta preguntarse qué habrá allí donde aún no has estado, especialmente cuando escuchas rumores sobre lo magníficas que son las vistas. El parloteo sobre las maravillosas fotografías que se podían hacer desde ese rincón especial que es la música me llegó a través de un culebrón musical americano. Más allá de amores, rupturas, adicciones y terribles accidentes, todos los personajes tenían en común no solo la capacidad de cantar sino también la de componer. Escribían canciones con una mano mientras acariciaban mujeres casadas con la otra. Parecía irresistiblemente accesible. Era música, el arte vetado, pero había una parte para la que no estaba castrado: la letra. Pensé que si ellos podían hacerlo también debería intentarlo. Ignoré que aquellos actores solo fingían componer, porque un desconocido de carne y hueso sí escribía esas canciones en algún sitio, probablemente en una habitación tan pequeña como la mía. Con una lámpara de Ikea en el techo. Y una cerveza.

Junté palabras hilvanando un desgarrado desamor con rima asonante. “Hoy te empecé a odiar” fue mi bautizo de sangre. Una pata que caminaría coja a menos que alguien le pusiera música. La pobre podía fingir que era una poesía para que no la miraran mal en las redes sociales, pero ella sabía que no estaría completa hasta poder bailar envuelta en melodía. Hubo quien la calificó de narco-corrido. Una lástima no haber nacido en México ni tener amigos mariachis. Aquel día me convertí en el padre de letras discapacitadas a la espera de prótesis, pero a mis ojos serían la promesa de las canciones que podrían llegar a ser.

Me parecía feo condenarla a ser hija única además de coja, así que me puse en el empeño de darle un hermanito. Pensé en las carreteras que vamos tomando, unas por elección y otras por omisión, recordé al chaval que fui y la imagen que me devolvía el espejo en aquel momento. Me pregunté quién era ese extraño que me miraba de frente. No estaba seguro de reconocerlo ni de si quedaría tiempo para tomar las decisiones necesarias para estar orgulloso de él. Dibujé imágenes contradictorias en versos de pocas palabras y nació “Extraño”, el benjamín de la familia. Ya teníamos cuatro patas entre los tres y podíamos sortearnos el “amigo invisible” por Navidad.

Me disponía a comprar nuevas patas de palo para los retoños cuando un músico llamó a las puertas de mi pequeño. “Ey, esa letra tiene fraseo de rock”, nos dijo. No nos lo podíamos creer en casa, un desconocido benefactor conocía un hospital donde regalarle la plenitud al mocoso. Nos pusimos en sus manos y dejamos que llevara adelante la operación según su sabio criterio. En la sala de espera la niña no dejaba de morderse la uñas. Temíamos que algo pudiera salir mal. Desvalijamos juntos la máquina de chucherías para tranquilizarnos y nos quedamos dormidos en unas incómodas sillas de plástico rígido. Pasamos días allí hasta que vimos salir al cirujano. Todo había ido bien pero debíamos prepararnos para el impacto. Se trataba de una intervención estética que había modificado para siempre al pequeño “Extraño”.

Y la música se hizo.

Había crecido mucho. Tenía múltiples capas de sonido, evolucionaba en un envoltorio barroco, oscuro, adulto. “Extraño” flotó en la sala envolviéndonos con la voz grave de Luis Vil. Buscaba atravesar oídos sin pedir permiso. Esa sería la razón de su vida a partir de entonces. La música ya era una más de la familia. 

Marcos Alonso
@maaldi73

 
Luz
Que esconde.
Sombra
Que muestra.
Oculta
Al hombre.
Enseña
La fiesta.

Ruido
Que calla.
Silencio
Que llama.
Ensucia
La idea.
Despeja
La farsa.

¿Quién es el extraño que te mira de frente?
No lo conoces. Nunca quisiste verle.
Se acabó el tiempo de las decisiones.
Podías ser tú. Y elegiste perderle.

Movimiento
Que detiene.
Pausa
Que mueve.
Altera
La mente.
Paraliza
Y siente.

Calor
Que congela.
Frío
Que enciende.
Aviva
La oveja.
Mata
Y entiende.

¿Quién es el extraño que te mira de frente?
No lo conoces. Nunca quisiste verle.
Se acabó el tiempo de las decisiones.
Podías ser tú. Y elegiste perderle.

miércoles, junio 28, 2017

Parvulíticos

- Solo sabe decir: "¡mira lo que he hecho!", "soy mejor que los demás" y "yo no he sido", doctor. 
- ¿A qué se dedica su marido? 
- Político.

domingo, junio 25, 2017

Cazadores de historias





“Se acaba de caer un invitado para el programa de hoy. Dejad todo lo que estéis haciendo.”

Pocas palabras más dolorosas puede escuchar un redactor de un programa de televisión que depende exclusivamente de los invitados de plató. Si hay que buscar un médico o un abogado, se tira de agenda y algún desdichado profesional termina cancelando una cita para poder estar delante de los focos. Ahora bien, cuando lo que los espectadores están demandando con saliva en las comisuras es un desconocido que despliegue en pantalla todo su historial amoroso, con suculentos detalles de infidelidades, problemas económicos y rebeldías de sus retoños, la cosa se complica.

Son las doce del mediodía de un martes cualquiera. En ese momento sabes, porque lo sabes, que en algún lugar no demasiado alejado de los estudios de televisión, hay alguien que está haciendo su vida normal ignorando por completo que en apenas siete horas va a estar sentado en un sofá, maquillado y peinado por grandes profesionales, dispuesto a revelar una parte morbosa de su biografía para entretener a familiares, amigos, vecinos y desconocidos varios. Se acaban de poner a girar las ruedas del azar.

No tarda en llegar el primer grito esperanzado que sale de la mesa donde trabajan cinco parejas de redactores, una para cada día de la semana, a diez teléfonos pegados. ¿Habéis llamado al reserva? ayer se cerró a un chaval que contaba que su mejor amigo siempre se liaba con sus novias, ¿dices Alfredo?, sí ese, lo hemos desconvocado esta mañana cuando hemos confirmado que venían todos, seguro que si le llamáis viene, a estas horas ya no se puede porque no le da tiempo a llegar en autobús, ponedle un taxi, dice producción que es demasiado caro desde allí, ¿y no puede traerle nadie?, ya lo hablamos con él y no había otra forma, es una putada, lo hemos metido en el programa de “Triángulos amorosos” del viernes, o sea que hay que buscar a alguien que viva cerca, va a ser que sí, ¿cuál era el tema que teníais?, “No te vuelvo a perdonar”, vale cualquier cosa ¿no?, a estas horas basta con que respire y venga, a ver a quién liamos, ya.

La situación es complicada pero al menos ha habido suerte. El tema es bastante abierto. Son muchas las historias que tienen cabida dentro del perdón, desde hijas que se quejan de que su madre revisa sus cajones hasta hombres que están hartos de que sus amigos les hagan fotos borrachos y las compartan en las redes sociales. Está claro que los jefes prefieren las historias más impactantes, mucho mejor una mujer casada que ha descubierto que su marido ha dejado embarazada a otra o una madre coraje que está arruinada por el continuo atraco a lágrima armada de un hijo politoxicómano. Pero cuando solo faltan horas para que se enciendan las cámaras y el presentador fuerce una sonrisa deseando buenas tardes, casi cualquier historia puede perfilarse para encajar bajo ese título. Los hados del destino no siempre son tan benévolos y castigan a los humildes mortales con dolorosos y estrictos títulos que un maldito guionista ideó sin pensar en ellos: “Hace cien años que no hago el amor”, “Vivo con mi ex” o “Te pillé in-fraganti”. Ante batallas de ese calibre, el arte de saber enfocar un testimonio es el arma secreta de un buen redactor. El malo se relaja esperando a que sus compañeros trabajen por él. La estrategia del “todos a una” en situaciones de crisis siempre beneficia a los vagos.

Identificarse con un condenado que espera a que el juez dicte sentencia es fácil para quienes tiemblan hasta escuchar el tema del programa que les absorberá la próxima semana. Se cruzan dedos esperando algo sencillo, un “Arraso por donde paso” o un bonito “Vivo al límite”. Se invoca a la virgen de las páginas amarillas para pedirle cinco días sin infidelidades y se lanzan promesas de recorrer el camino de Santiago si te dan la condicional con un “Niños artistas”. Cae el mazo y se atisba llanto contenido por la desesperación. ¿Qué os ha tocado?, “Dame una segunda oportunidad”, no es tan difícil hombre, nos han pedido que vengan las dos partes aunque se lleven mal, seguro que sale, saldrá como siempre pero va a ser un infierno, a estas les ha tocado “¡Qué bien viven los famosos!”, siempre les dan lo fácil, ya sabes por qué, ¿y qué os ha caído a vosotros?, el “Busco pareja”, qué suerte, los chicos son fáciles pero las tías no, compran a cualquiera que venga si es mujer, hasta eso es difícil, ellos se lo toman a cachondeo pero ellas son más dignas, qué me vas a contar, ánimo, ¿vamos a la máquina?, echamos uno rápido porque tengo una llamada en diez minutos, vale.

Esa mañana el objetivo está claro: conseguir que venga un invitado. Después ya se verá qué es lo que cuenta. No será difícil encontrar algún motivo por el que esté enfadado con alguien, o molesto, o al menos cansado. Y si no siente nada de eso, que cuente lo que tenga que contar desde un punto de vista divertido, a modo de rapapolvo público para avergonzar a quien no puede perdonar por la razón que sea. Las posibilidades son infinitas. Solo hay un problema, localizar un cuerpo que pueda estar presente a la hora y en el lugar convenidos. Y que tenga todos los dientes. Eso es importante. Si es feo que lo sea, pero que no le falten piezas y a poder ser que no hable despacio. La velocidad y énfasis verbal son fundamentales. Hay quien lo llama vehemencia en las inútiles reuniones de equipo ideadas para que los jefes ejerzan según dicta su nómina. Cuando se trata de invitados extranjeros, la energía depende de las nacionalidades. Un cubano o un argentino tienen un ritmo difícil de alcanzar por un ecuatoriano o un chileno. No es cuestión de banderas sino de palabras por minuto.

Los candidatos a ser invitados “pertenecen” temporalmente al redactor que los localiza por primera vez. El profesional que genera el vínculo lo mantiene hasta conseguir que participe en el programa. En uno de SUS programas. Una vez conseguida una pieza es muy doloroso soltarla. No solo porque todo su esfuerzo termina en manos de otro sino porque una vez emitido el espacio, nadie recordará quién lo consiguió y pasará a formar parte de la agenda de OTROS redactores. Entonar el hoy por ti y mañana por mí es un cántico hippie que solo funciona entre auténticos compañeros. Basta una manzana podrida, y la inevitable ceguera de jefas más preocupadas por el modelito van a lucir al día siguiente, para que el cesto empiece a hervir junto a la máquina de café. Afortunadamente la redacción sí sabe lo que ocurre en la mesa. No se le escapa quién pasa teléfonos permanentemente desconectados o consume dos días en dibujar con colorines el título del programa que le ha caído en desgracia. Son personas que, con un poco de suerte, deberán sacar adelante un “Los hombres no sabéis lo que pensamos las mujeres hasta que os lo gritamos” y se les permitirá sustituir el teléfono por un juego de rotuladores durante toda la semana.

“Toda esa gente que sale en la tele contando su vida son actores a los que les pagan”. Las leyendas urbanas nacen del desconocimiento ante lo inexplicable, como cualquier religión.

Ojalá hubiera plantaciones de invitados. Mejor de temporada, frescos y nuevos para la televisión, los más deseados y que más altas cotizaciones alcanzan en el mercado. Llevan en la caja la etiqueta dorada de “Virgen televisivo”. Si no es posible financiar plantaciones de ese calibre, los redactores darían un trozo de intestino delgado por un invernadero de invitados criados bajo plástico. Frutas con mucho brillo y menos sabor que ya conocen lo que es crecer bajo luz artificial. Por desgracia, hasta que el sector primario decida alimentar las sillas de la pequeña pantalla no queda más remedio que buscar comida de estraperlo, moviéndose entre los bajos fondos emocionales hasta encontrar algo que llevarse a la boca.

¿Alguien ha llamado a Conchi la del estanco? siempre está disponible y tiene mil historias, vino la semana pasada otra vez, no me enteré ¿y Mª Mar la que tiene gemelas?, siempre cuenta lo mismo, déjame llamarla a ver qué le saco, ¿cuándo vino por última vez?, hará ya cuatro o cinco meses, no me engañes, vino a “Como dos gotas de agua” porque faltaba una historia y tuvo que ser por febrero, pégale un toque pero los demás seguid buscando, dice Mª Mar que tiene a una de las niñas enferma y que su hermana tiene turno de tarde, o sea que no puede venir, va a preguntar a su marido si puede salir antes, ¿y qué historia tiene?, puede contar que no le perdona a su marido que ya no sea romántico, es muy flojo, cuenta que antes le ponía pétalos de rosa en la cama y ahora se duerme cuando ella se pone picardías, bueno si es algo así igual sirve, ahora dice que su marido no puede a menos que le sustituya el compañero, dile que le ponemos taxi donde esté, dice que sale a las seis y media, es demasiado tarde, ¿y si es el último invitado no le da tiempo?, un poco justo pero igual sí, dice que vale, chicos parece que hemos cerrado el programa, (alivio general), ¡no! que el compañero tiene dentista y no puede, seguid buscando.

En toda misión descabellada hay un punto de no retorno. Un momento en que la tripulación sabe que no puede volver atrás y debe seguir adelante como sea, con los medios de que disponga, porque ya no puede esperar que venga a rescatarle el séptimo de caballería. El programa debe seguir adelante pase lo que pase. En televisión todo acaba saliendo a cualquier precio. Y el espectador nunca se entera de lo que ha costado. Las horas avanzan y los generales se rinden: “Chicos, dejamos de buscar, alargaremos las otras entrevistas. Esperemos que sean buenas”. Alguien dice por lo bajini que podían haber tomado esa decisión desde el principio. La euforia borra el pensamiento común y los zombies bajan a comer hora y media más tarde de lo habitual. A nadie le importa. El trabajo es así. Al bajar se cruzan en las escaleras con la parte del equipo que no busca invitados. Su horario es más estable. Su vida es otra.

La pareja responsable del programa de esa tarde come un bocadillo en su mesa. Deben bajar en un rato a la sala donde esperan los invitados que han ido atesorando durante cinco largos días. Con restos de lomo y queso entre los dientes abren la puerta de la salita de espera sacando el robot saludador que llevan dentro. ¿Qué tal estás ISABEL?, ¿Ha sido largo el viaje desde TOLEDO?, come un pincho de TORTILLA que está muy buena, ahora no te entra por los nervios pero ya verás como al terminar tienes hambre, EMILIO tú eres acompañante de PEDRO ¿no?, ¿has salido alguna vez en la tele?, eres muy majo y seguro que tienes muchas cosas que contar, dame tu teléfono EMILIO, todos venís a hablar de LO QUE NO PERDONÁIS, el presentador es muy majo, os lo va a poner muy fácil, LOLI estás muy guapa con ese VESTIDO AZUL, ya verás qué bien das en cámara, ahora vamos a repasar las entrevistas uno a uno, te veo nerviosa ESTÍBALIZ, tranquila mujer, el plató es muy pequeño, vas a estar como en casa.

Y resulta que Estíbaliz está tan nerviosa que todo el mundo teme que no pueda dar demasiado juego en  la entrevista. Con un invitado menos es impensable poder hacer el programa en esas condiciones. La situación se ha vuelto crítica. Dirección consulta si se puede emitir un programa grabado que se guarda como colchón en caso de fuerza mayor. Desde producción aseguran que no se puede porque el gasto de hoy está hecho y debe emitirse en directo como sea. ¿De dónde se saca un nuevo invitado a una hora del programa? Uno de los redactores vuelve a la salita donde se cuece su destino.

“Emilio, estamos en crisis. Necesitamos una historia más ¿Te animarías a salir esta tarde?”

Una línea argumental para orientar su entrevista, unos polvos mates en la cara y Emilio triunfa arrastrado por la irrealidad del momento. Mientras el piloto de la cámara permanece encendido, los redactores atienden las llamadas en la centralita del programa y solo respiran los siete minutos de la publicidad. Corren a la sala de invitados a robar unas croquetas y vuelven a su puesto hasta que se apagan los aplausos del público. Agotados se arrastran hasta la redacción y se dan de bruces con una imagen habitual. Sus compañeros siguen allí aunque la jornada laboral según contrato ha terminado hace tiempo.

“Chicos, falta uno para mañana”
Marcos Alonso
@maaldi73

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