Había aparecido
demasiado pronto. Debería estar prohibido conocer a la mujer de tu vida antes
de los treinta. La única solución era congelar su amor. Lo despertaría cuando
estuviera preparado para ella. Una década para cansarse del mundo y desearla
aún más. Diez años de experiencias no compartidas y recuerdos contados de
oídas. Subió la temperatura de la calefacción y la besó.
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