Si se paraba a pensar, sólo podía recordarlo con su bata
manchada de vómito infantil y ceras de colores.
La enfermedad de una profesora lo trajo al aula de
enfrente un martes cualquiera. Resultó una bofetada de masculinidad en un
rancio ambiente cargado de estrógenos. Nunca había sido de otra manera desde
que pisó aquellas baldosas por primera vez.
Sabía que podría seguir cruzándose con su sonrisa en el
pasillo mientras las cicatrices de la ausente siguieran frescas. Rezó por una
lenta recuperación. Necesitaba tiempo para reunir el coraje de invitarle a un
café.
Llegó el día. Estaba lista. Era un soleado viernes de
primavera. Perfecto para estrenar su nuevo vestido verde. La viril mirada que
no podía quitarse de la cabeza iba a descubrir lo que ella lucía debajo del
uniforme.
Pero no apareció.
La curación acababa de abrir una nueva herida.
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