martes, octubre 24, 2006

Necesito cambio

Quedaba un billete. Cuando pensaba que había registrado hasta el último rincón de su casa y estaba a punto de darse por vencido, el bolsillo trasero de un olvidado pantalón de pana renovó el sentido de su búsqueda. Necesitaba cambio y ya estaba tardando en alcanzar el primer comercio que estuviera abierto.

Aquella noche la ansiedad había fileteado su sueño en finas tiras que apenas alimentaban su necesidad de descanso. Despertó agotado pero con un firme propósito: necesitaba cambio. No sabía cuánto necesitaba ni para qué, pero esas respuestas llegarían cuando lo tuviera. Lo importante era moverse.

Recicló su primer billete en la cafetería que vigilaba su portal. Sentir las manos llenas de pequeñas monedas le regaló el primer chute de satisfacción, pero aún quería más. Rompió el vacío del capó de su viejo coche con aquel primer cargamento y enfiló hacia la sucursal bancaria más próxima.

No podía creer que un banco no pudiera suministrarle todo el cambio que necesitaba. Resultaba indignante que después de trabajar durante años, trampear para llegar a final de mes y ahorrar engañándose a uno mismo, desde una ventanilla le negaran lo que más estaba anhelando. ¿De qué servía el dinero sin cambio? Era simple papel mojado y él quería tocar ese cambio.

Recorrió todas las oficinas de la región hasta convertir su cuenta en tintineantes monedas que bailaban más allá del asiento trasero. Sentía el peso del cambio justo detrás de él, empujándole a pisar el acelerador para mantener la velocidad.

Se tragaba la carretera pensando en nuevas maneras de conseguir más cambio cuando un desconocido se cruzó en su camino. Le costó reaccionar de tan concentrado que estaba en su búsqueda pero dio un volantazo a tiempo. El mundo giró hasta dejarle al borde de un puente, con el coche en vilo y el cambio sujetándole al asfalto.

El desconocido se puso nombre y el cambio se volvió innecesario.

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