Despeinado
Guapo - Fresco
Feo - Desaliñado
Mechas
Guapo - Atrevido
Feo - Poligonero
Ropa rota
Guapo - Trendy
Feo - Arrastrado
Extremadamente delgado
Guapo - Veggie
Feo - Desnutrido
Chaquetón del abuelo
Guapo - Indie
Feo - Pobre
Despeinado
Guapo - Fresco
Feo - Desaliñado
Mechas
Guapo - Atrevido
Feo - Poligonero
Ropa rota
Guapo - Trendy
Feo - Arrastrado
Extremadamente delgado
Guapo - Veggie
Feo - Desnutrido
Chaquetón del abuelo
Guapo - Indie
Feo - Pobre
Al descubrir aquellos dientes perfectos preñó una excusa instantánea para largarse. Nunca sabría dónde terminaba su artificio.
Su éxito era capilar. Crecía donde le daba trabajo y raleaba donde deseaba lucir melena.
Ella era recta en las curvas.
Él hacía curvas en las rectas.
Eran geométricamente complementarios.
Usaban fundas, plásticos y miedos para proteger lo que más querían sin llegar a tocarlo nunca. Murieron intactos.
Vivían en una tierra plana. Allí solo había una raza, un sexo, una religión, un clima, un huso horario y una idéntica distribución de recursos naturales. La batalla por el dominio de las aguas del manantial 3P14 fue el comienzo de su primera Guerra Mundial.
La vio correr hacia él nada más bajar del escenario. La felicitó con la sonrisa grande y el corazón pequeño. Solo era capaz de alegrarse por aquellos logros que no deseaba para sí mismo.
La medusa flotaba tranquila en el tanque. Tejido transparente a través del que podía mirar como si no existiera. Solo los contornos, pliegues e irregularidades permitían verla. La ausencia de alteración la invisibilizaba. Así dejó de ver a Elena.
"Todas aquellas partes del cuerpo que no utilizamos la evolución termina eliminándolas para ser más eficientes", dijo el profesor a un aula vacía.
Sentado en el banquillo de los acusados se sentía como una galleta. Primero lo habían untado y después devorado.
Se preguntaba si tenía color aquello que nadie veía. Como su hígado y su páncreas. Negados a la luz. Se preguntaba si él era visible cuando nadie le miraba. Quizás tenía superpoderes oculto a la vista de los demás. Y decidió hacer lo que le daba la gana sin decírselo a nadie.
Lo desconocido deja de serlo cuando se mira. Lo nuevo se desvirga al tacto. El sueño se esfuma al materializarse. Somos máquinas expendedoras de conocido, usado y conseguido.
Volvió a pulsar el botón del octavo piso con decisión. Era el único momento en que se venía arriba.
La calle se desplegaba a medida que avanzaba mientras se recogían las baldosas ya pisadas. Caminaba sin moverse de sí mismo.
Caduqué en tu despensa.