Eramos dos voces. Pero un día, o dos, o quinientos después, sólo me escuchaba a mí. Ahora, ya ni queda el eco de aquellas palabras que creía tan importantes. Todo acaba por disiparse, y sólo perdura lo incorruptible, la esencia. A pesar de presentarse enmascarada por mi estúpida necesidad de obcecarme con un propósito y frustrarme al no alcanzarlo, siempre ha estado ahí. Es como la materia, ni se crea ni se destruye, sólo se transforma.
3 comentarios:
Eramos dos voces. Pero un día, o dos, o quinientos después, sólo me escuchaba a mí. Ahora, ya ni queda el eco de aquellas palabras que creía tan importantes. Todo acaba por disiparse, y sólo perdura lo incorruptible, la esencia. A pesar de presentarse enmascarada por mi estúpida necesidad de obcecarme con un propósito y frustrarme al no alcanzarlo, siempre ha estado ahí. Es como la materia, ni se crea ni se destruye, sólo se transforma.
Nunca dejes de escuchar porque el eco de otra voz puede estar hablando de ti.
Mujer... un arrebato Bucay lo tiene cualquiera...
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